Cuando nuestro Itsasgizon volvia de alguna de sus travesias siempre subia desde Getxo hasta La Arboleda, cogiendo el funicular, para reencontrarse con sus amigos o mejor dicho casi familia y contarles las anecdotas y aventuras de su viaje, reunidos todos en una inmensa mesa entre risas, canticos y unas buenas alubias con sacramentos, tipicas de La Arboleda.